Siempre que me preguntan qué es lo que más extraño de Brasil, me resulta difícil contestar. Lo primero que me viene a la mente es la familia, mis afectos, con quienes a menudo nos juntamos a distancia. En general los domingos, cuando llamo a mi mamá y también está uno de mis hermanos con alguno de mis sobrinos, y ellos también quieren hablar, el perro empieza a ladrar… y así pasamos más de media hora entre charla y charla. Eso da calor a mi alma.
Ahora, hay cosas que sí extraño, simplemente por no tenerlas, como por ejemplo el ¨chuveiro elétrico¨. Brasil es el único país que usa la ducha eléctrica. De hecho, fue creado por un brasileño llamado Francisco Canhos Navarro allá por el año de 1927 en la ciudad de Jaú, interior de São Paulo. Y sí, yo extraño la ciencia exacta de encontrar la temperatura adecuada regulando el caudal del agua.
También me hace falta tomar agua del filtro de barro, que según estudios realizados por científicos norteamericanos, publicados en el libro “The Drinking Water Book”, el tradicional filtro de barro de los brasileños, es probablemente el mejor sistema de purificación de agua del mundo. Por suerte tengo un filtro de cerámica que purifica y refresca mi agua. Pero, no tiene aquel sabor de mi infancia.
Y hay algo que me hace doler de tanto que lo extraño: el jugo natural de frutas. En las grandes capitales de Brasil siempre puedes comprar un ¨suco de frutas¨. Van desde los clásicos: naranja con papaya, o ananá con menta, hasta a los más exóticos como el de remolacha con durazno. Los puedes encontrar en todas las estaciones de trenes y de subte, en las terminales de ómnibus, o en los centros comerciales. ¿Te dio ganas de un jugo nutritivo y refrescante? Solo tienes que caminar algunas cuadras para encontrarlo.
Pero más allá de todo lo que extraño de mi país, aquí estoy: disfrutando de mi agradable vida en Buenos Aires, mientras como facturas a lo loco al lado de la estufa, o disfruto de las mandarinas más dulces de América Latina.